To be presented in: Workshop 4 // Experience and Narration (read preliminary debate here)
Antes de la aparición de los cánones, de las codificaciones, de las elites encargadas de descifrar la cultura y deglutirla para que no resultara “indigesta”, entre el arte y el individuo no existían mediadores. La experiencia artística era directa, personal e intransferible y constituía una de las vías de trance, de alumbramiento, de encantamiento, más poderosas. La obra de Néstor Perlongher tiene por objetivo rescatar esa dimensión sagrada y extática del arte. Se trata pues de una actitud liberadora que reivindica el sentimiento, el deseo y el éxtasis, marginados y sofocados por ciertas modalidades de expresión acordes con los intereses de quienes regentan el poder. Es por ello que no resulta extraña la fascinación que nuestro autor sentirá por el barroco, un movimiento que, para Perlongher, no trata de explicar la realidad sino subvertir su significado. En vez de representar, lo que busca es presentar. En palabras del propio escritor, el Barroco “no va a hablar de amor, va a hacer el amor en el poema mismo. Por ejemplo, el amor atraviesa ciertas sonoridades hechas de susurros, gemidos, voces, una expresión casi corporal” (Papeles Insumisos 342).
El éxtasis, que etimológicamente significa “salir de sí”, es una experiencia trascendental para el ser humano. El éxtasis, en palabras de Perlongher, “no es una experiencia frívola, sino algo que arrastra al sujeto hasta las más recónditas profundidades del ser y lo hace sentir en presencia de una fuerza superior y cósmica, cuya acción experimenta corporal y mentalmente, en un estado de trance que conlleva el pasaje a otro nivel de conciencia, segundo, superior o alterado” (Prosas Plebeyas 166).
En el ensayo titulado “Sobre Alambres”, el escritor asegura que la poesía es un ramo del éxtasis y reconoce que empleó diversas técnicas “para producirlo o inducirlo” (140). Los diversos caminos recorridos en busca del éxtasis pueden verse reflejados en su propia obra, que comienza partiendo de lo erótico para concluir en el “trance” inducido por sustancias psicoactivas (como el brebaje de la ayahuasca que tomará en los ritos de la Iglesia del Santo Daime y cuyas visiones inspirarán Aguas aéreas). Afirma Nicolás Rosa al respecto que “[…] la mudanza de la lírica mística acaba convirtiéndose en el trance hipnótico, tarea de la tribu, que va de la transa mercantil al trance misticoide. Y esto sin ninguna intención peyorativa, mejor peyoltativa” (Tratados 107).
En su artículo “La fuerza en el carnavalismo”, Perlongher ya reconocía el éxtasis erótico en la fiesta colectiva del Carnaval, donde los cuerpos se unen, se entrelazan, se friegan, giran y contornean en un arrebato orgiástico, dejándose llevar por el irresistible poder de la percusión. Las conexiones del Carnaval con el mito clásico griego de Dionisos son incuestionables y la interpretación nietzscheana del mismo estructuran el discurso perlongheriano en relación al éxtasis. La realidad, la existencia, el universo, están constituido por dos tendencias: lo apolíneo y lo dionisíaco. Apolo representa la luz, la forma, la medida, lo delimitado, la unicidad, la individuación y se asocia con Cronos, el tiempo cronológico. Dionisos, por su parte, representa la fuerza vital, orgiástica, lo informe, lo descontrolado, lo excesivo, lo indeterminado y se asocia con Aion, el instante. Ambas fuerzas son necesarias para la vida y la preeminencia de una sobre la otra conlleva un desequilibro tanto en el ámbito del macrocosmos como en el microcosmos humano. La búsqueda del éxtasis se hace necesaria justamente por la tiranía que ha impuesto la razón y que ha conllevado la prohibición del deseo, de los sentimientos, de la intensidad. Es a través del trance que podemos restaurar el equilibrio.
Adrián Cangi nota en su introducción a Papeles Insumisos que, en la obra perlongheriana, la fuerza pulsional dionisíaca adopta dos formas distintas: Dionisos es, por un lado, el “dios epidémico que atraviesa la ciudad bajo el recurso de la máscara y que se expresa en el carnaval pagano o en el juego de la desmesura voluptuosa” (17). Pero Dionisos es también la “fuente de las emanaciones de brebajes alucinantes que emergen de la floresta y aspiran a la inversión del orden urbano por el de una comunidad de la luz mística y en cuyo ascetismo debe buscarse el viaje extático alucinatorio” (17).
La aparición en 1991 del poemario Aguas aéreas marca un viraje en la obra de Perlongher. El escritor, así, se aleja del erotismo de los cuerpos del Carnaval para centrarse en el erotismo sagrado, catalizado por el brebaje enteógeno de la ayahuasca y los ritos del Santo Daime. En la entrevista “Privilegio las situaciones del deseo”, el propio autor reconocer que con Hule se cierra una etapa de su escritura donde erotismo y lenguaje estaban fuertemente enlazados. “La hipersexualización de los medios y de todos los mensajes” (Papeles 352), la banalización de lo erótico, han despertado en la gente “una suerte de hastío con relación a la liberalidad sexual” (352), con lo que la posibilidad del trance a través del sexo ha quedado bloqueado en la sociedad occidental. Ante esta situación, el escritor argentino se lanza en busca de un trance alternativo para su escritura, indagación que culmina con el descubrimiento de una moderna religión ecléctica brasileña llamada Santo Daime (1). Tal vez el aspecto más interesante del ritual de esta confesión religiosa sea la ingestión del brebaje (o “ungüento encantado”) con propiedades psicotrópicas que tiene como base la liana amazónica de la ayahuasca (2).
En una carta con fecha del 8 de noviembre de 1989 enviada a su amiga Sara, el escritor resume una de las ingestiones rituales de la ayahuasca en el marco del Santo Daime como una experiencia en la que predomina la mutación. “todo se volvió una gigantesca bola o rueda de mutaciones que se mudaban en otras transformaciones, todo devenía otra cosa, la referencia inclusive egoica se perdía” (438). La mutación en Perlongher evidencia una voluntad por entender al “yo” como un ser en tránsito que se adapta sobre la marcha y al lenguaje como un código que sortea la identidad. Lo dionisíaco, en este sentido, implica una ruptura con el principio de individuación a través de una fusión mística con todo lo que nos rodea (el cosmos, la naturaleza, los demás seres humanos). Cierto es que la experiencia disonisíaca requiere de un elemento apolíneo para compensar su fuerza, es necesario darle algún tipo de forma al éxtasis “para poder mantener la lucidez en medio del torbellino” (165). Esa forma acabará siendo el arte y en el caso de nuestro autor, especialmente, la poesía.
Bibliografía
Cangi, Adrian. “Papeles Insumisos. Imagen de un pensamiento” en Perlongher, Néstor. Papeles Insumisos. Buenos Aires: Santiago Arcos editor, 2004.
Perlongher, Néstor. Águas aéreas. Buenos Aires: Ultimo Reino, 1991.
-----. Prosa Plebeya. Ensayos 1980-1992. Buenos Aires: Colihue, 1997.
-----. Papeles Insumisos. Buenos Aires: Santiago Arcos editor, 2004.
Rosa, Nicolás. Tratados sobre Néstor Perlongher. Buenos Aires: Ars, 1997.
Notas
(1) El Daime es una religión que mezcla elementos católicos, espiritistas, africanos, esotéricos, y de otras procedencias. Sus adeptos toman ayahuasca y, en estado de trance, bailan y cantan himnos revelados.
(2)Concepto utilizado para designar tanto a la planta conocida en botánica con el nombre Banisteropsis caapi, como al brebaje psicoactivo que tiene en dicha planta uno de sus ingredientes principales. Ayahuasca es un término de origen quechua compuesto por las partículas “Aya” y “Huasca”. “Aya” puede traducirse como “alma”, “espíritu”, pero también como “cuerpo muerto” o como “muerto” simplemente. Por su parte, “huasca” significa “bejuco”, “liana” o “soga”. Su traducción literal, pues, admitiría diversas posibilidades, entre las que mencionamos la de “liana del espíritu” y “bejuco que lleva al lugar de los muertos”.
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