To be presented in: Workshop 1 // European Discourses and Latin America (read preliminary debate here)
El interés decimonónico por la recapitulación y reevaluación del pasado, originado por el espíritu enciclopédico del XVIII culmina a lo largo de la segunda mitad de siglo con el florecimiento de ciencias, disciplinas y medios interesados en investigar un pasado y una tradición que ayude a situar al intelectual en un marco histórico caracterizado por la turbulencia política, el estancamiento estético, y el auge capitalista fruto de la Revolución Industrial. Parejo a la culminación de los procesos emancipadores de las naciones latinoamericanas y al expansionismo estadounidense se desarrollan simultáneamente a ambas orillas del Atlántico actividades relativas a la extracción y explotación de todo aquello telúrico, hechos que van a intensificar la percepción de la modernidad. Reflejo de esa exhumación―económica o de bienes culturales―, a medida que el fin de siglo se aproxima, surgen manifestaciones en las que se agudiza, como nunca antes, la dialéctica de opuestos elaborada por el romanticismo: materialismo/espiritualidad, ciencia/arte, superficie/fondo y, sobre todo, lo oculto-latente/lo visible. Medios por entonces novedosos como el fotográfico o el cinematográfico y discursos incipientes como el psicoanalítico reflejan de igual forma el interés por el palimpsesto desde aproximadamente la mitad del siglo XIX, cuando el romanticismo se ve sustituido por el simbolismo, cuando nuevos lenguajes y medios artísticos comienzan a nacer. Como consecuencia de este ambiente revisionista de la tradición, los procesos históricos, culturales y artísticos por los que se desarrolla el proyecto modernista global están permeados por un incisivo énfasis al recurso del palimpsesto y a su metaforización como elemento literario-cultural. Entendido tradicionalmente como una manera de (re)escribir textos, o como una forma de establecer vínculos intertextuales (Kristeva, Riffaterre, Genette), el palimpsesto dentro del modernismo se convierte en un recurso que deja de ser meramente literario para convertirse en cultural y hasta social. No se trata para la poesía modernista, de una actividad aislada en el texto o de una práctica únicamente textual. De ser una forma―hermética en su comienzo―de entablar diálogo literario entre textos, el modernismo se apropia del palimpsesto como una manera de reescribir sobre la cultura y la tradición, como reacción a ideologías realistas y naturalistas, y como una realineación con la modernidad.
En su origen clásico, la intención de quien usa un palimpsesto es obliterar toda huella anterior como medida de carestía económica, de ahorro: se busca reutilizar el mismo medio con otro texto, quedando de lado la intención de establecer un diálogo con anteriores “subtextos” quedando de manifiesto que autor, texto, cultura y economía son conceptos que se entrelazan en el palimpsesto. De ahí que surja y se amplifique dentro del proyecto modernista, movimiento eminentemente post-industrial, intertextual y de vocación cosmopolita. Si bien los modernistas no son los primeros en “reescribir” o en utilizar el concepto del palimpsesto―relacionado con la tradición o la historia―, son escritores que lo utilizan y elaboran de una manera distinta para enfrentarse a la modernidad que no existe en neoclásicos, románticos o simbolistas. Los modernistas se enmarcan dentro de un sistema socio-económico y cultural en constante y rápido cambio y evolución. Se trata de escritores que surgen fuera de la metrópoli. Este contexto histórico y la condición de sujetos marginales provoca que la reescritura palimpsestuosa del modernismo por un lado agudice las propuestas románticas respecto a conceptos como “pasado” o “tradición”, pero por otro, internacionalice esos mismos conceptos, llevando la reflexión sobre la modernidad a la realineación con la historia literaria universal. El concepto de palimpsesto no sólo involucra al intelectual en la contemplación del pasado, por lo que su agencia es mayor, sino que le obliga a realizar una labor de recopilación, selección y reescritura de ese pasado para indagar sobre las posibilidades de representación en el presente y el futuro.
Si como afirma Ramos, los modernistas “were the first to exhibit the Book of Culture as a presupposed archive” en el que “reference to a specifically artistic past becomes a thematized device”, ¿cómo encaja el concepto proteico de archivo o Libro de la Cultura dentro de las relaciones unilaterales de Genette?, ¿dónde incluir otras prácticas palimpsestuosas no necesariamente literarias, sino históricas, artísticas, culturales, sociales, especialmente al considerar el devenir de la historia literaria?, ¿en qué categoría ubicar textos modernistas como De sobremesa de Silva, cuyo original existió efímeramente, pues se perdió en el naufragio del vapor América y fue reescrito de memoria por el poeta?, ¿qué implicaciones y consecuencias posteriores dentro de la obra total de un poeta modernista tiene la reescritura de todo un movimiento artístico como el simbolista francés? Son estos y otros desafíos implícitos de hipertextualidad post-romántica con los que ha de enfrentarse la crítica de los estudios modernistas, desafíos que vienen condicionados por el cambio del estatus del artista dentro de una comunidad social y por la forma en que el poeta modernista reelabora la tradición. Este cambio histórico, del héroe romántico al poeta modernista, y más específicamente su relación con el entorno social, tiene como paralelo un cambio en la hipertextualidad y el palimpsesto como fenómenos: del modelo individualista se pasa al modelo colectivo. Ya no se encuentra el escritor finisecular ante una relación “causa-efecto” entre autores, sino entre entidades colectivas o movimientos histórico-artísticos en conjunto. La lectura modernista de autores simbolistas, el “contrato”, por difícil que sea, que establece el proyecto modernista con sus modelos ya no se estipula únicamente con un texto anterior como puede ser el poema “The Raven” de Poe leído por Baudelaire, Pérez Bonalde, Mallarmé y Darío, sino con todo un sistema de referencias culturales y de prácticas sociales que el poema y el poeta conllevan. Considerar como “modelo” el simbolismo francés como sistema cultural, como reflexión ante la modernidad, como base sobre la que desarrollar una renovación es no sólo volver a la manera en que así mismo se ve el (neo)modernismo, si no acercarse la relación entre movimientos culturales desde una perspectiva global.
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