To be presented in: Workshop 2 // Reading Violence (read preliminary debate here)
Según Lisa Vallendorf, la violencia es el tema que articula la obra de Zayas. El proyecto de Zayas, según la critica, consistiría en dotarle de voz a la experiencia de subalternidad femenina con el propósito de deconstruir las metáforas patriarcales que naturalizan la violencia contra ella. Para Vallendorf, los Desengaños Amorosos de Zayas buscan desnaturalizar tal violencia llevándola, desde el plano simbólico de las relaciones sociales que cargan a la mujer de negatividad y carencia, al plano material, por el que se individualiza el sufrimiento femenino con el fin de provocar la empatia de los lectores. Sin embargo, mi análisis de los Desengaños amorosos plantea, más bien, que la violencia no deconstruye ningún entendimiento patriarcal de la subjetividad femenina. La narrativa de Zayas, al contrario de lo que dice Vollendorf, no otorga una voz a la mujer. Esta queda plantea, eso si, como una posible subjetividad que al dar un paso más allá de los esquemas sociales que la limitan –y a los que corresponden también las narrativas- es ahogada con la muerte.
En Zayas, la constante regulación de la norma social requiere de una naturalización de la violencia. Así, la violencia es parte constituyente de una dinámica social, la cual genera sus propias paradojas. En tal sentido, es sintomático que la economía de la venganza, vista como una estrategia publica para reparar la ofensa, termine poniendo en entredicho la validez del accionar masculino, debido a un exceso –como lo es la violencia- de la que el hombre y la pasividad femenina terminan siendo individualmente responsables. Más allá de eso, lo que queda es la imposibilidad de pensar una subjetividad femenina mas allá de la instrumentalidad social signada por el patriarcalismo. Así, mis inquietudes en el presente análisis giran en torno a c’omo se construye el sufrimiento femenino en Zayas. C’omo este se vuelve o no un canal de expresión para una subjetividad en una sociedad caracterizada por la exposición publica de las virtudes y los vicios? Otra pregunta, mas bien básica, es si es posible hablar de subjetividad, en los términos planteados por el concepto de espacio privado en un contexto moderno, al menos para el caso de lo femenino, que fue aprovechado por escritoras del s. XIX. Hablar de espacio privado conduce a pensar en el cuerpo. Pero en Zayas, no existe el cuerpo como espacio para ser pensado. Se narra un sufrimiento femenino, que padece un tipo de violencia, digamos, estructural, que, sin embargo, demanda una lectura que no involucra al cuerpo necesariamente. Como puede leerse el sufrimiento en este marco? Si es que se hace alusión al cuerpo en los textos de Zayas es para señalar su condición de materialidad a ser poseída, a manera de un texto que es leído desde la paranoia por el patriarcalismo, firmado y contrafirmado en la medida en que el honor de los hombres es tan precario como las barreras que les impide vulnerar la pureza femenina.
Durante la presentación me referiré básicamente a dos de los Desengaños Amorosos: el segundo y el octavo. En ambos, las protagonistas respectivas, dona Octavia y dona Mencia, poseen cualidades positivas en exceso (leit motif de los textos de Zayas en este libro), aunque acompañadas de una inevitable mudabilidad, cuando deciden entregarse al amado después de haber mostrado resistencia en un inicio. La virtud es el reflejo del alma, según la teoría neoplatónica, y siempre es pensada en términos de lo que puede ser mostrado en el ámbito social. Fray Luis de León en la Perfecta Casada señala que la real naturaleza de la mujer es frágil y conflictiva, pues la virtud en potencia coexiste con la poderosa posibilidad de que la mujer desarrolle un instinto maligno, que las hacen aborrecibles y de temer. La mujer es maligna, entonces, pero moldeable a través de la educación y el gobierno de la casa. Asimismo, las mujeres son vistas como una propiedad que beneficia o perjudica al poseedor como parte de la circulación del deseo masculino, que depende de las virtudes objetivadas en las mujeres. Cuando las mujeres fallan en estos requerimientos lo que les corresponde a los hombres es buscar reparación, que en ambas narraciones implica deshacerse de ellas. Camila –otro personaje femenino del Desengaño Segundo- es devaluada cuando es violada por don Juan, mientras que dona Ana –del Desengaño Octavo- es desvirtuada cuando don Alonso nota que su matrimonio con ella no compensa la perdida de su propia herencia cuando su padre decide castigarlo por casarse con una mujer que no corresponde con su nivel social. Debido a la completa inocencia de dona Ana, al hecho de que, a decir de la narradora (o de los juicios que emitirá después de la narración), su única falta haya sido el exceso de confianza –nuevamente entra aquí el tema del exceso de virtud como condena para la mujer-, podemos decir que el personaje de dona Ana funciona como un chivo expiatorio. Sin embargo, Camila no es del todo exculpada según el juicio moral que plantea la narración cuando es “ajusticiada” por su esposo. Así, hacia el final del Desengaño Segundo se plantea un debate sobre la culpabilidad o no de Camila y la validez de su muerte como solución que repara la honra del esposo. De ahí que el universo moral femenino quede reducido a esta dicotomía de la virtud o la carencia de ella. De esto depende el juicio social que se le haga al hombre, ello explica la paranoia de su lectura de la moral femenina.
De lo anterior se desprende que la constante victimización de la virtuosa en Zayas hace inviable la existencia de “las perfectas casadas”. Precisamente, esa condición de virtuosidad termina jugando en contra de ellas porque las destina a la desgracia o, en el caso de carecer de aquella condición, que es la otra posibilidad dada por el patriarcalismo, son las malas de la historia. Zayas recae en los estereotipos para dejar en claro que la mujer en su rol social se encuentra paralizada entre dos opciones que, lejos de apuntalar la honra masculina, acentúa más bien los desméritos y la mudabilidad que el hombre también posee. Ninguno de los dos se salva. En tal sentido, la literatura de Zayas no se presenta como espacio para romper la parálisis social, ni para negociar alternativas que negocien con los roles socialmente asignados. Al primar la economía de las lealtades que demanda el pacto social comunitario, el cuerpo de la mujer, que no es uno erotizado sino aludido en su funcionalidad, se presenta como el espacio de la concertación de promesas y pactos sociales. La manera como funcionan estas transacciones demanda que la mujer ponga en riesgo su aceptación en el engranaje social. Dicen Sandra Carvallo y Simona Cerutti: “Accepting a request for sexual intercourse, a woman entrusted her own honor to her partner, awaiting its restitution, she found herself in a liminal position, where her honor was ni a state of suspension”. Ella se pone en riesgo y, como lo cuentan los textos de Zayas, pierde porque la amenaza de no cumplir con las expectativas sociales se concreta. El resultado es la marginalidad para ellas –podemos decir también que en realidad nunca se ha salido de ella. Frente a esto, existe algún modo de dignificación en la exposición del sufrimiento femenino en la narrativa de Zayas? Si hay una voz es una violentada, y por ello, más bien sofocada. Son victimas que no consiguen articular ni responder a la violencia que es ejercida sobre ellas. Así, una voz violentada es una acallada, que siendo asi no puede construir un discurso ni tampoco un modo de resistencia. Tal vez el proyecto de Zayas resalta la imposibilidad de tal articulación (digo quizá, porque este es un estudio todavía incipiente sobre la obra total de los Desengaños).
Lisa VOLLENDORF, no Vallendorf
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